martes, 21 de abril de 2015

La venta inmortal.


Al buscar venta ambulante en google, la primera noticia que capta nuestra atención es una entrevista en la  que el presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Sevilla, Pedro Sánchez-Cuerda, habla sobre el impacto negativo de la venta ambulante en las ventas de semana santa de los comercios legales, calificando de insuficiente las labores de vigilancia del ayuntamiento de Sevilla.
Esta noticia, junto al resto de resultados de la búsqueda, ponen de manifiesto que existe una fuerte vinculación de venta ambulante con venta ilegal. Es innegable que la imagen de la venta ambulante está fuertemente vinculada al estereotipo de la venta ilegal de productos, incurriendo habitualmente en delitos fiscales y evadiendo por todos los medios el cumplimiento de la legislación vigente.

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"Jesus of Health, brotherhood of Gypsies, Sevilla". Licensed under CC BY-SA 3.0 via Wikimedia Commons.

Pero la venta ambulante no es sinónimo de venta ilegal.

La venta ambulante es un tipo de actividad comercial casi tan antigua como la propia humanidad, en la que los primeros comerciantes compraban los artículos típicos de cada zona y los vendían en otra, repitiendo este ciclo en cada asentamiento que visitaban. La naturaleza irregular de sus rutas y desplazamientos no permitía establecer unos ciclos definidos de venta y su llegada a una urbe quedaba en manos del azar.

Mucho ha llovido desde esas caravanas de comerciantes cruzando los caminos, pero incluso hoy  la venta ambulante perdura como un clásico anacrónico en el mundo comercial. Mantiene como característica principal la falta de un establecimiento fijo del sujeto que realiza la actividad comercial, siendo las transacciones realizadas en lugares públicos, normalmente en la calle.

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«City street vendors» por Jorge Royan - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.

Su sencillez innata permite una increíble heterogeneidad de productos, aunque siempre limitados por el transporte requerido, lo que también limita sus ventas. Los gastos son mínimos y gran parte de estos son las licencias municipales, que suponen una genuina restricción a la labor comercial de los vendedores ambulantes, ya que aparte de su precio, suponen un problema desde un punto de vista burocrático puesto que ha de ser renovadas anualmente.

Es muy común que se formen mercadillos que agrupen a multitud de vendedores, ya que suelen tener disponibles accesos a recursos adicionales que permiten un mejor desempeño de la actividad comercial, amén de conseguir atraer a la los consumidores mediante el factor ocio, esto es: convertir la visita al mercadillo en una actividad de ocio que disfrutar incluso sin ir predispuesto a comprar.

El mayor inconveniente para los clientes de la venta ambulante es la desprotección que asumen al comprar un producto cuyo vendedor probablemente no responderá de los mismos ya que no estará disponible para la reclamación del cliente.

En resumen, la venta ambulante es un clásico inmortal de la actividad comercial cuyo legado perdura pese a haber sido superado ampliamente en rendimiento por multitud de métodos de venta.

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